Néstor: ¿hizo falta que te murieras para que volvamos a creer? Que pena, que dolor carajo.
Murió Néstor Kirchner. Su cuerpo ya no está entre nosotros, pero si, como dijo su esposa, sentimos su presencia más que nunca.
No fue un dirigente con carisma popular como tenemos en nuestro imaginario a estos hombres tipo Fidel, Perón etc. Pero sin lugar a dudas fue un hacedor de política, un constructor, un transformador y porque no decirlo un revolucionario.
Los que alguna vez soñamos con la revolución social, con un país justo, soberano, independiente y libre, y que nos formamos en la solidaridad y el compromiso militante, habíamos perdido una batalla, que nos dejo sin argumento, sin camino, sin utopía.
Pasaron más de 20 años, para que solapados, casi desconocidos, sin inspirar demasiada confianza, llegaran Néstor, Cristina y algunos más que ahora son miles para mostrarnos otro camino, más largo, menos doloroso, mas incluyente, trasversal, más lento, no violento, pero con el mismo objetivo y que conduce al mismo lugar.
Los que leímos a Marx habíamos olvidado que las bases de una nueva sociedad empiezan a construirse en la anterior y este, es sin duda, uno de esos momentos en que asoman de sus entrañas los cambios que lentamente y sin que nadie los note venían ocurriendo. Es uno de esos momentos en que un hombre, una mujer o un colectivo de gente toman la iniciativa política y ponen en la superficie lo que está pasando, lo muestran y se ponen a la cabeza de las transformaciones. Es el momento en que se traza una línea divisoria, entre las cosas que están bien y las que están mal, el momento de un horizonte más cercano, donde los que habíamos sido empujados al lado que no queríamos estar, volvemos a tener la posibilidad de recuperar nuestro sitio.
Es la primera vez que la derecha queda sin argumentos, siento que estamos ganando la batalla, no solo en el plano material (economía, trabajo, obras, educación, salud, etc. etc.), sino en el plano de las ideas. Una gran cantidad de intelectuales, periodistas, artistas, representantes de la cultura y miles y miles de individuos que estábamos adormecidos, anestesiados, quietos, empezamos a movernos, a discutir, a soñar de nuevo, a empatizar.
Cuando deje la militancia, les dije a mis compañeros, casi llorando, que elegía un camino egoísta, individual, que quería formar una familia y conseguir un trabajo estable para poder criar a mis hijos. En ese momento, por dentro, a pesar de la sincera comprensión de ellos, sentí que los traicionaba, que me traicionaba. Me fui esa tarde diciendo, como consuelo, que sería un soldado de reserva. No sé que habrá sido de esos jóvenes idealistas, nunca más los vi, seguramente algunos pocos siguieron en la militancia, a otros se los habrá devorado el sistema y otros como yo estarán emocionándose por la situación y reafirmando las convicciones que nunca perdimos. Me fui transformado, ya nunca más seria el que era antes de que la política entre en mi vida, antes de la militancia. Como no creer que la política es una herramienta transformadora de la sociedad y las personas si a cada uno de nosotros, militantes o no, en algún momento nos modifico, nos cambio. A caso la asignación universal o las jubilaciones para todos ¿no modifico la vida de los beneficiarios?
La llama que tuvimos en esa juventud nunca se extinguió, se fue apagando de a poco hasta quedar casi reducida a una lucecita que de vez en cuando, cada tanto, mostraba su esencia en una discusión o ante un hecho injusto. Esa luz tenue, pero eterna es la que me oriento a formar a mis hijas en los mismos principios éticos y me ayudo siempre a ponerme del lado correcto ante situaciones importantes.
Pienso que si no se hubiera encendido la llama en mí a edad temprana, hoy no comprendería a los jóvenes.
Cuando los veo levantar nuevamente las banderas, pasar llorando tristes frente al féretro de su líder, cuando veo sus ojos rojos y esperanzados y los veo gritar dentro de la rosada una consigna de lucha con los dedos en V o el puño cerrado, vuelvo a nacer y la luz se hace llama otra vez. Siento que tengo la posibilidad de ser digno de mis ideales y de reivindicarme dejando de ser de reserva para ser activo otra vez, siento que este momento me da, nos da, una revancha para demostrarle al mundo lo grande que es este país, lo bueno que somos, que nos estamos mirando para adentro, encontrando nuestras raíces que son las mismas de nuestros vecinos latinoamericanos, que estamos todos de un mismo lado, que desde estas tierras podemos mostrarle al resto una nueva forma de vivir, de luchar, de concretar importantes logros desde una perspectiva, más humana, solidaria e integradora. ¿Por qué desde aquí, no soñar con un mundo nuevo y que nosotros seamos el ejemplo de lo que puede ser mejor?, ¿Por qué no pensar en grande y cambiar los paradigmas desde aquí?, ¿Por qué no ser los lideres de una sociedad justa donde el dinero sea solo un medio provisorio de intercambio o el elemento con que premiar a las mejores empresas, sociedades o ciudadanos? ¿Por qué no considerar como mejores empresas a aquellas que distribuyan mejor sus utilidades, que sean sustentables, no contaminantes, participativas, dedicadas a la fabricación de productos que sean útiles a la humanidad, etc. etc.? ¿Por qué no premiar a los ciudadanos por su solidaridad, compañerismo o por sus logros en actividades comunitarias? No tenemos más que mirar un jardín de infantes y ver a quienes se premia. Sabemos lo que está bien pero la maquinaria social nos permite ser humanos solo un tiempo corto, después nos deglute, nos tritura. ¿Seremos capaces de correr esa frontera del jardín hacia los adultos?
Néstor: ¿hizo falta que te murieras para que volvamos a creer, a ver, a tomar conciencia de lo que somos capaces, a sentirlo en la piel? Que pena, que dolor carajo.
La vida es como dice la canción “son dos rayas y un borrón” o dos pasos para delante y uno para atrás. Y tus pasos son de gigante, dejan huellas profundas, una nueva manera de caminar, haciendo justicia pero sin rencor, con alegría, disfrutando el paisaje y celebrando cada pequeño logro.
Te vas tranquilo, sabiendo que dejas en los más jóvenes las herramientas para profundizar los cambios.
Si existe el cielo ahí vas, te espera Perón con los brazos abiertos para agradecer tu lealtad y te invita a sentarte a su lado, le rechazas el invite y seguís caminado despacio entre las nubes, buscando un lugar más cómodo y placentero donde descansar. Levantas la mirada y la ves a ella, a Evita que te dice: acá están los nuestros, vení pibe. Doblas la nube y los ves, están todos, son 30.000 los que te abrazan, te mezclas entre ellos como a vos te gusta, te revolcas y te dejas llevar, y así, lentamente, empezas a sumergirte y para siempre en la eternidad.
Néstor: ¿hizo falta que te murieras para que volvamos a creer? Que pena, que dolor carajo.
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