Las relaciones de poder existen en todos lados, en la familia, la escuela, el sexo, los hospitales etc. La sociedad o las relaciones de poder de una sociedad no son más que la muestra a una escala mayor de esas pequeñas relaciones de poder que se dan casi desapercibidas. Todas esas relaciones mantienen un equilibrio y ese equilibrio puede alterarse. Las relaciones de poder no son estáticas, son dinámicas, pueden modificarse. Siempre necesitan y tienden a estar contenidas en una estructura jurídica que les da el marco legal y contractual que las controla, una estructura de obligaciones y deberes a la que todos los individuos se someten. Cualquiera que rompa con ese contrato o con la ley es castigado. Los que redactan las leyes son por lo general los grupos sociales dominantes. En el pasado estos grupos o clases se imponían por la fuerza militar y la ocupación de territorios, luego fue dominio económico a través del comercio y el endeudamiento para luego llevar adelante la dominación cultural, imponiendo a los grupos dominados sus costumbres, ideas, formas de organización social y religiosas. En la actualidad las formas de dominación son mucho más sutiles, ya no es necesaria la dominación por la fuerza donde lo prioritario es el dominio físico, ahora, el dominio se ejerce utilizando mecanismos de usurpación de conciencia y los medios de comunicación son las herramientas más eficaces para ello. Pero el sistema ha ido cambiando y estos medios de comunicación fueron diversificando su incidencia en las distintas ramas de la economía, la cultura, el arte, las religiones, convirtiéndose en grupos dominantes globales en si mismos que someten a naciones y puebles enteros. Son ellos, los medios, los verdaderos dueños del poder que nos hacen creer que su verdad es la verdad única y de todos, es decir nuestra verdad. Nos mantienen en serie, anestesiados, alienados, amaniatados. Antes, las revoluciones, la lucha contra el opresor, contra los gobiernos antidemocráticos y autoritarios era un camino donde el contrario o el adversario era visible, hoy está escondido detrás de esas relaciones de poder que son parte de un plan destinado a que no pensemos, a vivir fácil, rápido, cómodos, dormidos, aceptando nuestro propio cautiverio como algo inevitable e irreversible. Aceptando nuestra forma de vida monótona, formal, stresante, vertiginosa, sin sentido y con pocos momentos de alegría como la establecida e inalterable.
Lamento informarles que desde el feudalismo hasta ahora las cosas no han cambiado mucho. Antes, el sr feudal se encargaba que no nos muriésemos suministrándonos lo justo y necesario para mantenernos al margen y poder ser utilizados como carne de cañón en alguna guerra. Hoy es peor, ya que la protección social en la mayoría de las naciones es cada vez menor y los organismos internacionales que “nos cuidan”, FMI, Banco Mundial, ONU, etc. aconsejan ajustar más y más. Con esto no digo que los subsidios, los planes sociales y la ayuda a los más desfavorecidos no sirvan, pero en el mejor de los casos no rompen con la relación de poder establecida desde el Medioevo. EL MECANISMO DE PODER SIGUE SIENDO EL MISMO.
ANTES: Yo te mantengo vivo y vos trabajas la tierra para mi y cada tanto te jugas la vida en mi nombre contra otro reino.
AHORA: Yo te mantengo vivo y vos cada tanto me votas, ya no necesito que mueras en mi nombre porque vos crees que elegís libremente pero en realidad estas inducido o condicionado a hacerlo sin saberlo.
¿Como romper con esta dinámica, con este proceso que se repite, se transforma por fuera pero encierra por dentro relaciones de poder casi inalterables?
Creo que le cambio comienza por uno, es el único cambio que tenemos como individuos comunes al alcance de la mano. Si queremos cambiar la sociedad en que vivimos es nuestra obligación cambiar nosotros y cambiar nosotros implica cambiar las relaciones de poder mas cercanas, familia, escuela, organizaciones sociales, culturales, barriales, clubes etc.
El cambio está latente, está en todos lados y en las pequeñas cosas, se siente, y todos los estamos buscando. Tenemos que armar una gran red de contención con nuevos paradigmas porque el sistema que conocemos va a cambiar, y saben ¿por qué?, porque es débil, está agotado, cansado, no da más, hace agua por todos lados. Billones de U$S gastados en seguridad y ocurre un 11 de Septiembre. Millones invertidos en controlar, explotar y agotar los recursos naturales y en un segundo un sunami o un terremoto se lleva puesto todo. Millones en mercaderías transportadas de un lugar al otro del planeta haciéndolas duraderas con conservantes y químicos que nos matan en silencio y 20 tipos cortan una ruta o bloquean la entrada a un puerto y hacen perder fortunas a las corporaciones que nos asesinan.
¡¡Que fragilidad!! ¡¡Que endeble es el sistema!! ¿Lo sabemos? ¿Sabemos que cualquier simbronazo social puede derribarlo?
Los paradigmas se cambian desde abajo. Enunciarlos esta a alcance de cualquiera pero cambiarlos es un proceso lento y de todos los días y comienza por casa. Todas estas ideas que no son propias, me llevan a una pregunta que me hago desde hace años y cuya respuesta espero sirva para la discución:
¿Qué es, hoy en día, ser un revolucionario?
Primero y por la negativa. Ya no es más prepararse durante años para la toma del poder en forma violenta y poder imponer la verdad de una elite guerrera que cree tener la certeza de ser la interprete de las grandes mayorías.
Ser revolucionarios es mucho más simple. Es:
- Hacer un cambio pequeño, chico, insignificante, desapercibido HOY.
- Darle una mano a un vecino que lo necesite.
- Mirar al que menos tiene como igual y acercarnos.
- Respetar al diferente como parte indispensable del todo, porque sin él no existiríamos y él sin nosotros tampoco.
- Llevar una pequeña idea a la práctica
- Ser solidarios y tener proyectos cooperativos
- Participar en actividades comunitarias, sociales, políticas, culturales o religiosas.
- Asumir compromisos con los demás y hacer nuestro mayor esfuerzo en cumplirlos.
- Alimentarnos naturalmente con productos de estación y apoyando el comercio local.
- Educarnos y educar a nuestros hijos. Compartir lo aprendido.
- Y hacer todo lo que hagamos con alegría y a gusto.
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